Iván, ex jefe y amigo, me invitó a escribir un check list: qué debes hacer al llegar a hemodiális, qué preguntas hacer para asegurarte que todo estará bien. Me pareció una buena idea compartir mi ritual de preguntas antes de empezar la sesión.
Y las sugerencias empezaban así:
- Conoce tu peso y lo que sueles ganar entre una sesión y otra: eso te permitirá saber si hubiese alguna falla en la báscula de hemodiálisis.
- Ubica a tus enfermeros, pregunta mucho, ellos son quienes mejor conocen tu acceso vascular (el catéter o la fístula por donde te conectan) y así podrás darle información vital si te toca un enfermero nuevo.
- Tienes que tener claro cuánta heparina te ponen, qué flujo, a qué temperatura está tu máquina (si tienes la presión alta debe tener una temperatura alta que ayude a bajarla y si la tienes baja la temperatura deber ser por debajo de los 36 grados para que no se baje más)…
Y en eso estaba cuando llegó mi enfermera y me dijo ¿te sientes bien? Le dije que sí pero le pregunté en cuánto estaba la presión. Su respuesta: 76/36. Le dije que seguro el medidor de la presión estaba equivocado, que me lo tomara en otra máquina, no me sentía tan bien, mis cálculos sospechaban que la presión estaría en 90/48. La otra máquina lo confirmó. Pedí que me acostaran y me pusieran un poco de líquido; entonces le hablaron al doctor, quien pidió me midieran la saturación en sangre, que estaba baja, así que de inmediato oxígeno.
Cuando se bajó la presión, me dijo impresionado “qué bien te conoces”. El doctor se fue, recuperé un poco la presión y le pedí a la enfermera que volviera a prender la ultrafiltración. Ya estaba débil pero tranquila, cuando sentí ese dolor en la pantorrilla que anuncia el calambre, de inmediato les pedí apagaran la ultrafiltración y me pusieran dextrosa, traté de no agitar la respiración y de no perder la calma. Le pedí a una enfermera nueva que tomara mi pie y lo estirara, poco a poco pasó el calambre.
Desde el conocimiento de mi cuerpo y de los procedimientos trabajamos en equipo, yo no era la paciente a merced de las circunstancias que había sido la última vez que algo así ocurrió, era alguien capaz de ayudar a restablecer el equilibrio, precario, pero equilibrio al fin y al cabo. Entonces descubría que aún con el oxígeno e inmóvil elegía estar activa, que el conocimiento es la herramienta más poderosa que poseo para iluminar lo venidero.
Y así es, ahora después de casi dos años del cambio de vida, esa atención al lenguaje de mi cuerpo me permite ponerme a salvo.