Ocho pequeños lujos del hospital:
- Prender la tele y la luz desde la cama.
- Poder jugar a bajar el respaldo, subir las piernas con los botones de la cama.
- Poder llamar a alguien durante la noche para que nos dé algo que alivie el dolor.
- Poder planear el menú del día siguiente y poder decir sin chayotes porque no me gustan.
- Que puedan traer la comida a la cama.
- Bañarse en silla de ruedas y dejar que el agua caliente acaricie la angustia.
- Tener la noche para hacer pijamada con la mamá y hablar y hablar.
- Y la cereza del pastel: aquí las drogas son legales y está bien visto viajar para aliviar el dolor.
De las desventuras del hospital ni hablamos, porque son menos divertidas.