Ocho pequeños lujos del hospital:

  1. Prender la tele y la luz desde la cama.
  2. Poder jugar a bajar el respaldo, subir las piernas con los botones de la cama.
  3. Poder llamar a alguien durante la noche para que nos dé algo que alivie el dolor.
  4. Poder planear el menú del día siguiente y poder decir sin chayotes porque no me gustan.
  5. Que puedan traer la comida a la cama.
  6. Bañarse en silla de ruedas y dejar que el agua caliente acaricie la angustia.
  7. Tener la noche para hacer pijamada con la mamá y hablar y hablar.
  8. Y la cereza del pastel: aquí las drogas son legales y está bien visto viajar para aliviar el dolor.

De las desventuras del hospital ni hablamos, porque son menos divertidas.