Ayer antes de entrar al retiro del catéter, Cuau me suelta de la nada tienes que decir un número, y yo no entendía y me dice si dime un número entre uno y 300 porque tus amigas organizaron una rifa para reunir fondos para los gastos médicos y hoy tenemos que elegir al ganador entonces dime tres números que te gusten. Ya venía por mí la enfermera para llevarme al lugar donde quitarían mi cuarto catéter y alcance a decirle 8 y dos más terminados en 8. Porque ese es mi número favorito, me gusta que represente el infinito.

Mientras la enfermera me pedía que inhalara, exhalara, yo tenía tantas preguntas y tanto agradecimiento, que la sustracción de catéter del costado del cuello fue apenas un suspiro. Apenas salí le pregunté a Cuau cómo habían organizado todo esto a mis espaldas y entonces me contó que organizaron un grupo llamado Las hadas de la sed, que querían que yo estuviera de acuerdo pero ante mis largas y negativas decidieron hacerlo. Hablar de dinero mientras mi prioridad era vencer la bacteria era un tema difícil para mí, en muchos sentidos.

Pero hoy mientras Cuau me lleva el desayuno a la cama, me da detalles y se me humedecen los ojos de tanto cariño recibido, de ver como mis amigas y un amigo, gente siempre ocupada, dedicaron su tiempo y esfuerzo para vender boletos y reunir algo que aligerara la preocupación. La realidad es que el remanente de mi seguro de gastos médicos se agotó con la última hospitalización, que mi padecimiento es caro, que se come los ahorros, y que el milagro de las hadas y hados de la sed sucedió y ahora tenemos fondos para costear tres meses más de hemodiálisis.

Gracias a todos los que compraron boletos, 300 pedacitos de cariño y fe para mí, los que me conocen y los que aún sin conocerme apostaron por mi recuperación.

Gracias a mis hadas de la sed por ser nuestro soporte, por su amor y entrega… Se me acaban las palabras, solo quiero abrazarlas fuerte, fuerte y hacerles saber que hacen que mi compromiso con la vida se arraigue.