Alvin Roth, Marisol Robles, Michael Rees y Pablo Odell

Los primeros días de septiembre, una mañana temprano recibí la llamada de Michael Rees, mi trasplantólogo, preguntando cómo estaba mi agenda para ir a Ginebra a conocer a Alvin Roth y hablar del programa de Global Kidney Exchange a su lado en Bruselas. Armamos el viaje a velocidad y cuatro días después estaba en un avión. Mientras estaba sembrada en nubes, en todos los sentidos, pensaba en la poesía, en los encuentros, en cómo lo fallido floreció, en que cada respiro en esta historia tiene una razón detrás que se va mostrando de a poco y cuando creo que ya conozco todas las sorpresas, viene la vida y me desborda. Recordaba esa primera llamada de Michael diciéndome que en tres semanas tendría a kidnecito, el primer mail de Alvin diciéndome que leyó el poema que le hice a Susan Rees, mi maga de los riñones, y ahí estaba ahora bebiendo muchos vasos de agua durante esas 12 horas de avión para que mi nuevo riñón viajara bien hidratado, pidiendo pasillo para poder ir al baño y saber que habito el sueño.

Lo que si sé ahora es que los finales felices son en realidad principios profundos.

Y aquí les dejo un pedacito de lo que dije una mañana en Bruselas junto a Mike y Alvin, mis certezas después la experiencia de Global Kidney Exchange:

  1. La voluntad amorosa es el motor: para investigar, para dar un riñón, para buscar el alivio de quienes vivimos la sed, para que personas que no me conocían estuvieran dispuestas a cooperar porque yo siguiera aquí.
  2. La vida no puede ser todo lo medible que quisiéramos. Yo podría responder cuál es mi nivel de hemoglobina, de creatinina, de urea. pero cómo le describo a quien nunca ha tenido sed o ha dejado de orinar la sensación de mi primer vaso de agua interminable o de vaciar la vejiga. O el nivel de amor que hay cuando receptor y donante se encuentran. Ese es el verdadero match.
  3. La esperanza mezclada con voluntad, son una fuerza poderosa que atraviesa fronteras, cambian el mundo, y no se detienen ante lo incompatible.
  4. Los órganos humanos no tienen nacionalidad.
  5. Aprender a recibir, a escuchar, a salir de la zona de confort, a ir más allá de las etiquetas, y nombrar los miedos, es lo que nos devolverá la libertad,