1 Encuentro NEF @ México D.F.

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Por Marisol Robles

Mientras me acomodo en la butaca del auditorio no creo lo que sucede, necesito que alguien me pellizque para saber que no estoy soñando, así de lugar común como suena, frente a mí un doctor habla de lo que es ser paciente, el nefrólogo Juan Vicente Cuéllar cuenta su historia, sus primeros síntomas que me recuerdan tanto los míos: cómo su creatinina subía y él se esforzaba en mantener su estructura, sus estudios, todo eso que mantiene cierta normalidad.

Parpadeo muchas veces al compás en que la doctora Judith habla de cómo se asimila el diagnóstico, la pérdida de la “normalidad”. Luego vendrá la nutrióloga Paola para contarnos cómo aliarnos con la nueva dieta que tendrá que sernos suficiente. La doctora Olynka define uno a uno el papel de cada miembro de la tripulación renal: enfermeros, doctores, pacientes y, claro, familiares.

Una tarde donde Alberto Yarza nos recordará lo valioso en esta vida, la importancia de respirar, donde el doctor Juan Carlos Ramírez tranquilizará mi temor a esa fluctuación en mi creatinina, en solo 10 minutos cada uno me dará aliento, paz, esperanza, conocimiento.

Este encuentro me hace navegar por aguas ciertas. Conoceré a Erika Kaiser, trasplantada y triatleta, energía pura que alimenta. Escucharé al esposo de Nohemí decir que quienes nos cuidan también se enferman. A la doctora Laura Basagoitia hablar de los diferentes tipos de pacientes. A Carolina Silva, de la Fundación Trasplante y Vida, contarnos de distintos caminos; el doctor Malaquías López Cervantes delineará el panorama de la insuficiencia en México, un futuro que pinta gris pero que en esta sala, entre todos, acompañados, parece iluminarse de tanto en tanto.

Y estará Susan Rees, mi maga de los riñones, dibujando cadenas de amor, trazando como enlazarnos para hallar riñones cuando parece que la compatibilidad nos ha cerrado todos los puertos, un algoritmo, el mío, abre la posibilidad de vida.

En ese escenario cada uno de ellos le habla a las marisoles diferentes que me han habitado en este viaje, a la que no dormía los primeros días del diagnostico porque pensaba que si cerraba los ojos ya no los abriría, a la que peleaba en los días extendidos del hospital, a la que no podía parar beber agua aunque el aire fuera cada vez más escaso trago a trago, a la que creí que solo ella podía saber lo que le pasaba.

Al final sonrío por mi ingenuidad, cuando esto se empezó a gestar pensaba que lo hacía para, desde mi historia, devolver un poco de lo mucho recibido, nunca me imaginé lo arropada que estaría durante este proceso, lo mucho que me hacía falta, lo abrazada que me sentiría por cada paciente, cada profesional que esta tarde-noche se quedo cada minuto atento a eso que habíamos preparado para ellos, para mí, para nosotros.

Me falta escribir del Diario renal y del homenaje a Judith Martín y la familia De la Reguera. Será de a poco porque aún sigo digiriendo, saboreando, agradeciendo lo que sucede. Por lo pronto, cuando desperté del sueño pude acariciar el Diario impreso y navegar por la nueva página de Nef.

Es real, somos reales y aquí estamos estremecidos, palpitando y encontrando (nos).