Por Marisol Robles

En México hasta 2015 éramos 61 millones de mujeres versus 58 millones de hombres, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, 10% de la población mundial en algún momento tendrá problemas renales. A simple vista esto nos da un resultado claro: hay mucho más mujeres con enfermedad renal que hombres, por mera abstracción estadística. Sin embargo, la matemática no refleja fielmente la disparidad que existe en cuánto a acceso a tratamiento y la realidad a la que tendrá que enfrentarse cualquier mujer con un problema renal, así como tampoco considera el papel fundamental que jugarán al ser red de apoyo para otros pacientes de la familia.

A nivel mundial hay más mujeres en prediálisis y menos en tratamiento. Los datos en España y Chile también mostraron que la prevalencia es mayor en nosotras. Pero a la hora de dar somos las primeras. «Las mujeres tienen más probabilidades de donar riñones para trasplante que recibirlos. No sabemos si esto se debe a la incidencia diferencial de ERC (Enfermedad Renal Crónica) en hombres frente a mujeres, factores culturales u otras razones», se apunta en el artículo Lo que sabemos y no sabemos sobre las mujeres y las enfermedades renales; preguntas sin respuesta y respuestas sin cuestionar: Reflexión sobre el Día Mundial del Riñón y el Día Internacional de la Mujer), realizado por varios doctores expertos en el tema, entre los que se encuentra la doctora Aderaa Levin, quien presidió la Sociedad Internacional de Nefrología.

¿Nuestro género nos pone en riesgo?

No acostumbramos ver la enfermedad renal bajo una perspectiva de género, los estudios al respecto son recientes y en estos tiempos donde vamos descubriendo que la atención personalizada da mejores resultados necesitamos ser vistas desde nuestras diferencias.  Quienes se dedican a leer entre números van hallando cosas interesantes, como que «las tasas de mortalidad son similares en hombres y mujeres en diálisis, pero las tasas de incidentes de algunas complicaciones y morbilidad asociadas a la diálisis son más altas en las mujeres”. Complementan con este dato, “la fístula arteriovenosa, que se asocia con una reducción de la mortalidad, las complicaciones y los costos, es menor entre las mujeres que en los pacientes de hemodiálisis masculinos” y se aventuran que tal vez tenga que ver con complicaciones anatómicas, al tener venas más delgadas aunque esto no ha sido estudiado.

Otro de los poquísimos estudios que hay al respecto (Nefrología desde una perspectiva de género, elaborado por la doctora Dolores Arenas en colaboración con otros doctores) también menciona que “las mujeres tienen más posibilidades de ser diagnosticadas de anemia y recibir eritropoyetina en exceso, debido a que fisiológicamente tienen menos hemoglobina que los hombres y las guías clínicas suelen considerar un punto de corte único para anemia en ambos sexos”.

A todo lo anterior hay que sumarle la maternidad. Durante el embarazo el cuerpo cambio y el sistema renal también se ve afectado, a tal punto que nuestros riñones llegan a crecer hasta un 1 cm durante esta etapa para ayudar a hacer un mayor trabajo de filtración. Al ser la insuficiencia renal una enfermedad silenciosa, sin síntomas, en ocasiones es en el monitoreo durante el embarazo cuando son detectados los problemas nefrológicos. Otra complicación que, si aparece, también termina por pasar factura a los riñones, es la preeclampsia, que en ocasiones desencadena insuficiencia renal aguda.

Y en México, ¿dónde estamos? No hay datos oficiales sobre la enfermedad renal, porque no existe un registro y solo se vuelven números después de que hay una defunción y otra vez las estadísticas del Inegi muestran como la insuficiencia renal es la novena causa de defunción entre mujeres, aún falta mucho trabajo en que no sea necesaria la muerte para volvernos visibles.

Como podemos ver la balanza no se inclina a nuestro favor, somos diferentes, pero si se nos trata teniendo en cuenta lo que nos hace distintas podremos tener un mejor pronóstico al atravesar por la insuficiencia renal. Pero las mujeres no solo somos protagonistas como pacientes tenemos muchos otros papeles también como red de apoyo y dadoras de vida, desde ahí nos toca juntas gestar estrategias que nos lleven a perfilar soluciones para las generaciones porvenir.

Y tú, ¿cómo te ayudas?

La Sociedad Española de Nefrología da estas recomendaciones para cuidar nuestros riñones.

  1. Haz ejercicio, aléjate de la vida sedentaria. Hacerlo a diario reduce el riesgo de ERC.
  2. Lleva una alimentación sana. Organiza tu dieta. Come bien y cuídate.
  3. Mucho ojo durante la gestación y la menopausia, evita el sobrepeso y la obesidad.
  4. En esas dos etapas también vigila especialmente la presión arterial y el nivel de azúcar en sangre. La diabetes e hipertensión son muy perjudiciales para el riñón, y la detección precoz es fundamental.
  5. No fumes.
  6. Modera el consumo de sal y bebe agua.
  7. No tomes medicamentos sin control médico.
  8. Si tienes diabetes, hipertensión arterial, obesidad o antecedentes de enfermedades renales, realiza un control de sangre y orina para descartar enfermedad renal.