Redes de apoyo
Por Marisol Robles
Cuando el trasplante fallido, Cuau sorprendió a todos porque fue el único que mantuvo la calma. He pensado mil veces ¿cómo le hace para seguir equilibrado cuando todo se derrumba? Mi cirujano entraba a mi cuarto y lloraba. Mi nefrólogo que siempre cuenta chistes estaba en silencio y yo no quería ver a mi hermano porque sentía que lo había dejado sin nada. Mi mamá no quería decirle a nadie que el trasplante no había salido bien. Mi hermana estaba en Veracruz. En México, muchos trasplantes fallan la primera vez. Conozco por lo menos tres casos de gente en hemodiálisis que no tuvo un trasplante exitoso, pero de eso no hablan los médicos y tampoco me parece que exista un protocolo al respecto. Todo está listo para el trasplante exitoso (cuarto aislado, inmunosupresores) pero si sale mal, no hay nada armado para contenerte. Nos pasa todos los días: enfrentamos adversidades, estamos a la espera de algo que cambiará nuestra vida (el amor, el dinero, el trabajo de nuestros sueños, un riñón…) y el estar atados a esa espera hace que no veamos los pequeños milagros diarios que se suceden. En mi caso, mientras me cambian la sangre y me dan 48 horas más de salvoconducto; y en la lectura, en la escritura, en el baile, cuando muerdo una naranja. Sí, la sed me lanzó a esto, pero ya no añoro el día que pueda beber dos litros de agua; tomo un trago largo de té y eso es lo que me hace estar viva, ahora; lo que puedo hacer con cada minuto que me es permitido. Estoy convencida que si desarrollo ese mecanismo de aguzar el ojo en la belleza, en lo íntimo, en encontrar la importancia de lo que sucede y no en la espera, el mundo es mejor. Toca reconocer los miedos; y hacer algo mejor con ellos que temer, que paralizarnos. ¿Qué hacemos con el miedo, con los miedos? ¿Encerrarnos? ¿Enfermarnos? ¿Nombrarlos?