Su riqueza es su diversidad

Hace dos semanas empecé un diplomado en artes curativas, cualquier cosa que eso signifique, había hecho el tratamiento trofológico (la ciencia de comer) en diferentes periodos desde que fui diagnosticada y cada vez que adecuo mi dieta a esta forma de comer mis análisis salen mucho mejor, solo que terminaba dejándola porque mis doctores estaban en contra, es duro reprogramar lo que se ha comido siempre y a mí me daba un poquito de miedo abusar del fósforo y potasio.

Así, que tomé valor y dejé mis temores de lado y empecé una desintoxicación, hoy es mi segundo día con jugos, me siento ligera, lúcida, entusiasta. Aunque me reconozco comedora social esta vez he aguantado estoicamente la seducción de tamales a mi alrededor. Haré todo lo que esté en mis manos y boca para no regresar al hospital o por lo menos que los días que paso fuera sean plenos. Desde que como sano mis sesiones de hemodiálisis son casi luminosas, adiós hipotensión y calambres, me despedí del cansancio permanente y eso bien vale que el refrigerador esté lleno de frutas y verduras.

Ayer Cuau y yo nos deshicimos de los alimentos procesados que vivían en nuestra alacena, es emocionante sentir el vacío para empezar de nuevo. Lo que cura es la disposición para encontrar nuevos mecanismos para hacer lo de siempre. Lo que sana es estar en una redacción donde suena buena música y se edita entre buen humor e inteligencia.

Inevitable hacer un ejercicio de contrastes y recordar que hace un año me desperté con un dolor en el pie, que un día como hoy la bacteria que me llevaría al hospital empezaba a manifestarse y el malestar dominaba, ahora celebro que solo sea un mal recuerdo y que el presente se imponga vibrante y prometedor.